Llegas a una ciudad nueva. Haces la primera foto desde una mirada por estrenar. Pasa el tiempo. Ocurre eso que los antiguos japoneses llamaban ‘ma’. Un concepto. Una sílaba que acorrala un estado mental y temporal; que existe entre las personas, los momentos y los lugares. ‘Ma‘ es un vacío, lo que queda entre el paréntesis. Pero no es vacío porque sí, es el tiempo y espacio imprescindible que da sentido a la vida, el vacío que necesitas experimentar para crecer.
Pasa el tiempo. Vuelves. Y vuelves a la primera foto y haces un viaje a aquellos ojos. Y piensas que es fascinante teletransportarte a la mirada que cogió la ciudad y te la acabó tatuando por dentro.

Porque a Miami la odias con toda tu inquina al principio. Y muchas veces durante. Pero la perdonas. A veces la perdonas sobre la marcha (te guiña el ojo con uno de sus atardeceres y qué le vas a hacer). Otras veces la perdonas cuando la has dejado atrás, cuando ya has vivido ese ‘ma‘ de los japoneses. Porque las ciudades son esos amigos con criterio impuesto que se dejan querer cuando nada te arropa.
Volver es como escribir. Un desorden que busca su contrario. Un volver a pisar momentos de arena. Darte una vuelta por aquellas horas intrascendentes que se volvieron importantes con el tiempo. Aquel descubrir el olor de la humedad mortal al llegar, aquel café con sabor a refugio en la etapa oscura, aquel parar en un semáforo cualquiera y concentrar la atención en cualquier tontería del paisaje. Aquel ir arriba y abajo en la lista de WhatsApp, darle a la primera letra pero darte cuenta que en la otra parte del globo la gente duerme y posponer el desahogo para el día siguiente. Aquel vivir el paso de las semanas como si te hubieran metido en un acelerador de partículas estropeado, porque has entrado en una dimensión desconocida que, poco a poco te lleva a un lugar por descubrir. Que te empuja a patadas y con el tiempo a esa filosofía tranquilizadora de ‘a tomar por culo todo’.
Porque ese ‘vivir el tiempo ma‘ reversiona tu sistema operativo ‘quiero entenderlo todo ‘ en plan obsolescencia programada. Hasta que llegas a la última actualización y las anteriores se funden como los electrodomésticos y entiendes que no hay nada que entender. Que haber hecho liquidación de expectativas te ha regalado el presente del indicativo. Que el tiempo es un trampantojo que te sacude. Que es como escribir. Que te desordena. Te reordena y te lanza a cualquier punto de la geografía de los sentimientos donde el tiempo se queda como metido en un vuelo transoceánico sin wifi, suspendido.
Y ahí tienes el ‘ma‘. El supuesto vacío que en realidad te ha llenado. Si estás bien despierta, lo vas intuyendo durante el paréntesis y lo atraviesas despacio. Si el paréntesis te traga, volver puede ser esa pieza del puzzle. La que se quedaba descolgada y que por fin encuentra su lugar.
Gracias por escribir Neusiti. Adoro esa filosofía de «a tomar por culo». 😘
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