Gente que no hace ruido haciendo cosas

El otro día, en una de esas charlas ‘guasaperas’ que tienen una novela, le decía a mi amiga que me encantaría tener el cuajo de algunos. Eso venía a cuento por otra chorrada que habíamos debatido cual tertulianas unos días antes sobre esa gente que no lo sabe pero tiene un puto reality paralelo fuera de su Instagram. Ellos se dedican a contarnos sus vidas en plan intenso, sin filtros y con un postureo tan poco postureo que ahí estamos el público anónimo como mi amiga y yo pendientes accidentales de gente anónima que se sueña tinte de pelo en abril de 2020.

Como bien sabemos, las verdades absolutas son una patraña y hablando de la misma tontada en casa, mi hija mediana me lanzó al precipicio de la justicia de una patada: «esas personas solo hacen fotos honestas, como se hacía antes en Instagram». Así que pasaron a ser gente entrañable.

La primera charla me hizo recordar otra charla-despotrique con mi amiga2. Ese día andábamos harticas de gente que representa lugares fuera de toda sospecha como las librerías, pero que reparte sentencias en lugar de reseñas objetivas. Y de gente que en primera persona se cree Pérez Galdós (decía mi amiga con mis carcajadas de fondo en WhatsApp) y lo amplifica a todo meter algorítmico, ¡sin pena!

A cuentas del deseo (temporal) de tener ese cuajo y de ese ‘no des tantas opiniones, jamía, que nos estresas a todos’, le decía a mi amiga1 que los americanos no tienen esos complejos con la modestia. Eso en la América-América, en Miami la cosa era a la americana, pero con letra pequeña. Ahí el ‘yo lo valgo yankee’ se mezcla en la muchedumbre con hambruna de sobrevivir, así que los no-problemas con la modestia se funden y te dan una especie de momento Walking Dead (mi metáfora favorita) haciendo ver que eres el último paquete de papel higiénico del Publix antes de un huracán. Mal lugar para la modestia.

Como es habitual la mente suele ir a su puta bola así que gracias a otro recuerdo grabado no se sabe a santo de qué, podemos afirmar que gente haciendo ruido ha habido siempre y gente con cuajo de sobra, también. Tenía una compañera de oficina allá por la época analógica (la analógica de verdad) que además de sumarme unos cuantos años, multiplicaba esa habilidad de convertir las cosas de mierda en momentos glamurosos. Trabajábamos mesa con mesa y en una de esas que el jefe pasaba por ahí y sin que el hombre dijera ni media, se pone de pie y con su traje chaqueta de asistente de dirección, le salta: «Menganito, en cinco minutos te gestiono el contrato con la empresa Fulanita«. Solemne. A mí me dejó sin habla y pensando que llevaba meses equivocada y que la jefa era ella. La frase sonó a ejecutiva del mejor bufete de abogados de Barcelona. Todo para decirle que le iba a hacer una puñetera fotocopia de un contrato.

Supongo que en este mundo plural hay mucha parcela libre para gente que no sabe que ser simple y callarse un rato renta más.

Me los imagino haciendo malabares lingüísticos para traducir lo equivalente a ‘voy a hacer una fotocopia’ en algo prêt-à-porter. Lo mismo que debió hacer la señora de la foto para ponerse esa cosa que lleva encima.

También los visualizo en un momento complicarse la vida nivel dios: «he tenido un hijo (revelación máxima) y voy a contarle a todo el puto mundo que MI visión de la maternidad es un milagro divino; me voy a hacer mami-influencer«, como si no hubiera un niño nacido en todo el fucking planeta. O sea, ¿puede dar más pereza tener 7 hijos y estar todo el día subiendo fotos glamurosas? Si es que le debe faltar día para darle las 5 piezas de fruta recomendadas por su pediatra a cada churumbel. «Compartir por redes la experiencia de la maternidad«, dicen… Lo que hay que hacer es quedar con las amigas para tomar vinos, cervezas, cafés o lo que sea y despotricar mucho, eso sí que es terapéutico porque, por favor, ¿quién derrocha energía con 7 niños subidos a la chepa? A mí esas «bio» de las content creator que son «un alma inquieta que siempre busca la felicidad, a la que define como una taza de muchas cosas» me hacen sospechar; pero vamos que tampoco me extraña porque con un chorro de hijos viviendo pendiente del prêt-à-porter instagramero no te debe llegar ni sangre a la cabeza.

Deberíamos pensar en el prójimo, en el bien de la humanidad, y ahorrarle a la gente una posible enajenación transitoria de aburrimiento. ¡No opines más, coño, que no hay tanto mundo para opinar! Y si opinas, ponle gracia. A veces con el uso del verbo en condicional la cosa se arregla.

Y para esa gente compartiendo por encima de nuestras posibilidades y las posibilidades de los extraterrestres, fijarse en la gente que no hace ruido haciendo cosas. Como mi amiga1 que pudiendo hacer el estruendo de diez mami-influencers juntas, está en silencio siempre y en un plisplas te ha producido una serie de investigación de diez capítulos grabada en cualquier selva peligrosa del mundo. O escríbete un blog como este, que como lo leen cuatro gatos amichis es como si tuvieras una cremallera en la boca.

Ilustración de Gretta con ganas

Photo by Elisabetta Foco on Unsplash

2 comentarios en “Gente que no hace ruido haciendo cosas

  1. Es bueno saber que no soy la única que se ha quedado maravillada ante el cuajo de colegas como la de la mesa de al lado y sus súper-importantes gestiones fotocopiando contratos. La visualizo al 100% ja, ja!!

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