Hace un año aproximadamente, hablaba servidora de la guía de supervivencia emocional pasando por alto una -llamémosle- herramienta imprescindible para todo ser humano que se precie: la banda sonora de tus momentos de mierda en la adaptación.
A ver, de la música nos podemos inflar a frases wonderful syle, o fijarnos en alternativas como el titulazo del libro-odisea musical del loco Albert Pla: España de mierda, claro.
Es verdad que de todas las citas hay una que parece especialmente acertada y aplicable a los humanos hechos de carne y hueso común: «en la música todos los sentimientos vuelven a su estado puro y el mundo no es sino música hecha realidad«.
Hablando de humanos y sin que venga a cuento de este post, también están esos humanos de la estratosfera tipo PérezReverte, al que un/a tal J.E. del diario El Español ha rebautizado como el Terminator de Twitter. Lo tenía que decir porque soy fan del/a periodista y de las respuestas incendiarias del Sr. Reverte.
Pero volviendo a eso de que «el mundo es la música hecha realidad», se sobreentiende que en ese reconstruirte de nuevo están acechando las listas de Spotify. Frotándose las manos con todas las canciones del mundo a un clic de tus oídos y tus glándulas lacrimales.
Que un día quieres llorar como si no hubiera un mañana, pues nada, buscas la playlist de los mejores momentos con tus amigos en Madrid para morirte de morriña, o eliges la cancioncilla del vídeo de despedida que te hicieron los colegas, o te vas directamente a los ochenta que eso es valor seguro.
Las canciones funcionan como la memoria olfativa que crea recuerdos asociados a un olor. Una canción te lleva directamente a una emoción de un momento concreto. Poderosamente poderosa la música.
Seguro que te habrás refugiado en ella esos meses de duelo por lo que dejaste atrás y por lo que estaba por llegar. Y es probable que si has pasado tu etapa oscura, también tendrás canciones que te han reiniciado en Miami, o donde estés.
Así ha nacido una playlist para compartir esas canciones que nos han salvado durante el camino. ¡Sube las tuyas! El mejunje puede ser más marciano que el propio Miami.