La fragilidad: cara A
De entre las quinientas notas que suelo tener escritas por ahí para esta, mi casa-blog, había un borrador llamado «Fragilidad«. Un título solitario que nos viene bien en este paréntesis de vida rara.
En una época en la que el trending topic es estar a la greña unos contra otros, nos llega una miniatura de ente, con nombre raruno, a frenarnos en seco. Así que, después de reirnos del bicho, de concentrarnos en nuestra superioridad de seres de la civilización del 5G, de pensar que siempre vas a tener un centro de manicura abierto para ti y de creer que estamos por encima del bien y del mal, el coronavirus abrió la puerta de nuestra fragilidad, entró, cerró por dentro y escondió la llave. El muy perro.
Y digo perro como frase hecha, porque todos sabemos que los perretes y los balcones son ahora mismo los objetos más codiciados de la población en cuarentena.
Tirando unos cuantos meses atrás, cuando me pusieron el doble disco de platino en las cervicales (sin ser yo de ninguna discográfica), estuve a bordo de un mundo detenido temporalmente y le di vueltas a lo necesario que es vivir esos secuestros. Miras a tu alrededor como desde un vuelo de ocho horas en un avión sin wifi, con esa sensación de que todo lo que pasa por allá abajo está congelado en un espacio sin tiempo. Y no puedes hacer mucho más, salvo darte el permiso de esperar.
Pues eso. Pero enriquecido con avecrem. El bicho ha venido a demostrarnos que no somos nada y que nos pongamos las pilas. Que muy bien lo de los aplausos a las ocho, lo de tener Instagram live’s por encima de nuestras posibilidades todo el puto día, lo de eliminar el despertador de tu vida durante un tiempo indeterminado; lo de todas las buenas intenciones como ordenar mesitas de noche, ponerte los calentadores y las mallas a diario, leer en un mes (o lo que nos dure esto) todo lo que no has leído en media vida, comer cinco piezas de fruta, aprender chino y darnos a lo loco a la cocina.
Que muy bien todo, dice el bicho, pero que ni se nos ocurra bajar la guardia por si se le ocurre putearnos un poquito más. Remember que todo puede empeorar cuando menos te lo esperas: que se pete el wifi y no haya técnico que venga a arreglarlo, que la caldera del agua caliente diga un sábado de cuarentena que ¡a tomar por saco todo! y que se apaga, chamuscarte el pelo de tanta sesión de plancha; que estés en modo prueba de lentillas, consigas ponértelas y no puedas quitártelas; un flemón, que se nos caigan las tetas de tantos días sin el sujetador puesto. En fin, la lista de cosas regulares no acaba.
Pedí a algunas amigas y amigos que compartieran una cosa buena y una mala de estos días de encierro. Si estás leyendo esto, me encantaría que dejaras lo que sacas tú en los comentarios.
Lo mejor de Bea: «Con este detox de maquillaje se nos va a quedar la cara divina. Salgo todos los días a aplaudir y doy muchos aplausos también en silencio y, mira, ayer aplaudí a la tablet». Lo peor: «Que oigo la sintonía de Netflix, esa musiquita… y me doy cuenta que he perdido la pasión por Netflix«.
Lo mejor de Raquel: «Tener la ocasión de ver que mi pequeña familia es lo más y que teniéndolos cerca y sanos, no necesito mucho más. Los momentos de exaltación de la amistad sin alcohol por medio«. Lo peor: «El aislamiento. Que El Corte Inglés esté cerrado y la de padres, Pepes y Pepas que se quedan sin su regalo hoy«.
Lo mejor de Laura: «El tiempo se para y podemos dar valor a las cosas pequeñas«. Lo peor: «El tiempo te mira a la cara«.
Lo mejor de Óscar: «Google no ha colapsado y sigue haciendo doodle como este«.
Lo mejor de Andrés: «Lo que molan los amigos. Y darte cuenta de que lo que importa verdaderamente es tu pareja, tu hija, tu familia, tus seres queridos y la vida de todos«. Lo malo: «El mundo se ha vuelto impredecible y las seguridades desaparecen«.
La fragilidad: cara B
Pero que la vida siempre tiene «Cara A» y «Cara B». Y la cara B de lo peor es mucho peor. Imagina que eres anciana o anciano. Estás solo. En un hospital o, peor aún, en una residencia. Imagina que eres una maltratada con hijos y estás encerrada en tu prisión habitual pero, esta vez, en una que no tiene ni una rendija por donde pase el aire. Imagina la de familias monoparentales con recursos de miseria. La gente que no puede acompañar a sus abuelos, madres, padres, hermanos, hijos que están muriendo casi solos. Esta lista tampoco tiene fin. Demasiadas historias escondidas inevitablemente y mucha más fragilidad dentro de la invisibilidad.
Quizá este bicho solo viene a enseñarnos que estamos más deshumanizados de lo que deberíamos. Y cuando esto acabe, ¿habremos aprendido algo?
Compañera…, mis más sinceras felicitaciones!!
Me ha encantado, me ha hecho sacar una gran sonrisa, y me ha hecho sentir muy orgullosa de ti y de tener una amiga con esta sensibilidad y capacidad para sentir y ver el mundo!
Lástima no haber llegado con mis impresiones, ese listado, sobre todo el de las cosa buenas hay que hacerlo, ampliarlo, amplificarlo…
¿Se lo puedo pasar a mis chicas que conoces, Martha, Lucía, mi prima…?
Sigue porfa enviando, porque aunque te sigo por varias redes, soy mal para llegar…a veces.
GRACIAS!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Querida amiga, ¡gracias! Lo que más me gustaría es que esta entrada se llenase de una lista entre todos sobre lo bueno que podemos sacar de esto. Invito a todo el mundo a dejar aquí ese trozo de corazón que nos ha salido a todos de repente. Un beso
Me gustaMe gusta
Qué orgullos tener una amiga como tú: Mi Persona.
No he llegado a tiempo de escribirte lo bueno y lo no tan bueno de este confinamiento.
Lo bueno, sin duda, es reafirmar lo que ya sabía: mi familia y amigos, siempre por delante. Estos días me están poniendo a prueba a mi y a mis emociones, muchas de ellas, que parecía que estaban hibernando.
Lo menos bueno, por aquello de ver el vaso siempre medio lleno, sufrir lo que puede ser un secuestro con la personita que más quieres y con terraza. Nada es suficiente cuando se te priva de tú libertad.
Gracias Neus por colocar siempre cada palabra donde toca, al igual que los sentimientos.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Mi Persona. Te quiero mucho, ya lo sabes. Gracias
Me gustaMe gusta
Eres genial. Lo relevante de esta catástrofe de virus es la idea de grandeza que como sociedad tenemos. Construcciones gigantescas, avances tecnológicos, descubrimientos en la Luna y planetas distantes y que justamente una partícula imperceptible al ojo humano sea lo que cause tal devastación. Lo real maravilloso es que pandemias como ésta son tan antiguas como la vida misma. Y que la gran diferencia son el conocimiento , el desarrollo mismo (aunque aún no contemos con la dichosa vacuna) y la comunicación.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es verdad, qué paradoja… tan grandes que somos y lo pequeño que es lo que está haciéndonos parar. Un besito
Me gustaMe gusta
Querida, que buen texto, como siempre. Lo mejor del confinamiento: tener tiempo para atender las plantas, recoger gavetas, jugar juegos de mesa, leer. Ver disminuir la polución. Sentir y saber que se le debe dedicar más tiempo y recursos a los científicos, que no somos nada sin ellos.
Lo peor: que no sabemos lo que dure, ni de qué ($) viviremos cuando acabe.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Ojalá dentro de peor que está por venir, nosotros hayamos cambiado algo. Gracias por leerme querida
Me gustaMe gusta
Qué grande es mi prodigiosa Neus ❤️
Me gustaLe gusta a 1 persona
🥰😘😘😘
Me gustaMe gusta
Amiga, me encanta leerte!!!
Leido este post con unos meses de retraso y sabiendo que estamos bien de salud, es fácil inclinar la balanza a lo positivo. Pero los momentos duros han sido bastantes…
Me gustaLe gusta a 1 persona