A mí los libros no me salvaron la vida en plan literal, pero sí de una buena anemia. Cuando era pequeña y hasta los veinte años (uno arriba, uno abajo) nada odiaba más que comer. Ahora odio sacar y meter platos en el lavavajillas, los anuncios en redes sociales que usan el manido «¿te lo vas a perder?» y, por lo que parece, también comprar mesitas de noche.
En esa época lo mejor que me habría podido pasar es que me hubieran conectado a una sonda. El asqueo de la comida lo olvidaba por las tardes jugando a escribir un libro que siempre empezaba igual.

Imaginaba a una protagonista con ojos azules gigantes y pelo plateado (ahora que lo pienso, muy Lady Gaga) que se despertaba en una nave espacial. Conectada a una sonda de comida, obvio, sino de qué esa criatura habría pasado trescientos años metida en una caja.
Así que, en esa época y para superar el trance de las tres comidas diarias, me enchufaba a un libro. Me hice adicta a leer pronto y hasta el momento en que decidí que comer no estaba tan mal, se podría decir que fui una tía con sobrepeso. Aunque pesara cuarenta.
Ahora que sigo siendo joven de espíritu aquí sigo enchufada a los libros y comiendo nivel «progresa adecuadamente». Y hasta estoy haciendo un lifting a uno propio. Lo que viene siendo traer al mundo de los mayores los juegos de mi niñez. Pero de esto, hablaré otro día.
Hace muchos años (los ochenta y pocos) estaba obsesionada con Terenci Moix. Le escuchaba hablar en las entrevistas y contar sobre sus novelas y allá que iba a comprar como si los espacios en las estanterías fueran infinitos como los veranos de los adolescentes. Probaba con uno, con otro, pero nada. No conseguía enamorarme de ninguna de sus obras. Después de varios intentos llegué a la conclusión de que o él no era para mí, o ese no era el momento. Nunca lo conseguí. A veces pasa, por muchas ganas que le tengas a un autor o autora.
Y es que los libros te escogen. Y pueden escogerte por varias vías. La gran mayoría de veces los libros te eligen como el ventilador a Paulina Rubio. Con esa puntería directa a la melena.

A mí a veces me escogen los títulos. Pero otras muchas, es una cadena de personas y casualidades. El tema llega a ser tan flipante que incluso hay ciudades que se meten en ese circuito inexplicable y te escogen también. A mí desde primavera me ha elegido Galicia. A ver, Galicia, ya me había elegido un poco por varios amigos gallegos de mi vida miamense; pero se cruzó en mi camino Literatura infiel de Ricardo F. Colmenero, de Orense. Y ahora estoy en manos de Malaherba de Manuel Jabois, Sanxenso, Pontevedra. Y entre medias, me bauticé de gallega en las mismas Rías Baixas en agosto.
Malaherba llegó el verano pasado a mi no-mesita de noche de manos de mi amiga Anabel. Nos conocemos a la perfección, como suele pasar con las amigas. Así ya sabía que me iba a enfrentar a otro futuro duelo librero. Durante estos últimos meses me he autocensurado por eso de estar escribiendo el mío y no querer influencias. Así que en lugar de dejarme tragar por los asaltantes con páginas, por primera vez, he ido en plan prudente intentando decidir yo. Pero al final, ellos ganan. Y aquí estoy desde la semana pasada leyendo cosas como que en gallego hay una palabra que sirve para el amanecer y el anochecer: «lusco e fusco», que muy a lo gallego te está diciendo que lo mismo se está haciendo de día que de noche.
Hubo unos meses, bastantes, me elegían profesores universitarios americanos de literatura. Esto último pasó por culpa de Violeta. Me tropecé con «Blue nights» de Joan Didion por Marias. De mi amiga Laura, la lista no acaba. Con Bea tengo como un club de lectura por WhatsApp (y voy a aprovechar para recomendar su libro «El despertar de las musas«, una exquisitez). También he tenido época de autores «tardíos» que han publicado sus novelas (joyas) a los cincuenta y pico o sesenta y pico. Y puedo seguir hasta mañana. Porque está claro que los libros son el TripAdvisor de personas.

Luego está el propio amor por el libro de turno que te pide matrimonio. Un amor tan verdadero como cuando tu perro te recibe al llegar a casa. Y un amor tan poliamor que cuando cierras la última página, lloras, haces el duelo y lo superas, vuelves a engancharte de otro. Y así hasta el infinito.
Lo mismo de aquí puedo sacar un nuevo marido cuando me quede viuda de Malaherba… ¿Qué libro te ha elegido últimamente?
«I like my men how I like my books, well read and leather bound»
No es mío of course.
♥️
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🤣🤣
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Gracias por la mención, querida. Yo ahora estoy con “Peyton Place”, que me está alucinando bastante, aunque no estoy segura de si es de los que nos gustan a las dos. Uno que sí he pensado que te gustaría, aunque seguro que ya lo has leído, es “El día de mañana”.
Y que conste que todos los que me vas diciendo tú están religiosamente anotados en mi wishlist.
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💕 El día de mañana, ¡apuntado!
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Anotados todos, querida amiga. Deseando leer el tuyo!
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Ay, filliña, cuando acabe la tesis falamos… ahora mismo mis horas de lectura están copadas por artículos de investigación 😦
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Un saludo te acabo de descubrir , pero seguiré tus pasos y tomo nota de las recomendaciones.
Yo me adentré en Leer a Lolita en Teherán, de Azar Nafisi, y lo quise hacer despacio, con notas, marcando. Porque es un libro que te engancha , te enseña, disfrutas, a veces es duro como la realidad que cuenta , bebiendo de una experiencia real de una profesora universitaria criada en Occidente que vive la llegada de los radicales islamicos. Y su solución es dejar de dar clases en la Uni y en secreto hacer un grupito de mejores alumnas en su casa y compartir a modo de club de lectura buena ( y prohibida, así que también se arriesgaban en ese momento ) literatura occidental, aparte te va contando su historia, hay saltos en el tiempo, otras es como un gran monólogo o recuerdo .
Pero lo narra también , qué disfrutas si te gusta éste tipo de libros y a la vez nos enseña literatura, hay cierto spoiler de obras, pero no me importa porque conozco gran parte de las obras que comenta.
En fin . Que me ha enganchado mucho e iniciando tb unos relatos sobre mujeres de Fernanda Trias , uruguaya.
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Muchas gracias por comentar y compartir, Fernanda. Saludos!
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